September 2021: “Jesus Christ is the same yesterday and today and forever!”
What is your favorite season? Even though I am a big fan of warm weather, my favorite season is the fall. I love the brilliant colors as the leaves change and the breezes at night become cooler. During my five years of living in El Salvador, I missed having four seasons. That country has just two seasons. Residents used to joke and say, “We have two seasons in El Salvador, ‘hot’ and ‘hotter.’” Actually, their two seasons are the dry and rainy seasons, and yet they are still both very “hot.”
In the Midwest, we are blessed with the four seasons. They provide us not only with changes in the weather and temperature, but they also serve as a reminder that as time moves forward, everything in life changes. The Book of Ecclesiastes reminds us. “For everything there is a season, and a time for every matter under heaven: a time to be born, and a time to die.”
As Catholics, we believe with all the changes in our lives, God is constant. His love is unchanging and unwavering. St. Paul in his letter to the Hebrews proclaims boldly, “Jesus Christ is the same yesterday and today and forever.” And therefore, he exhorts us, “Through him then let us continually offer up a sacrifice of praise to God, that is, the fruit of lips that acknowledge his name. Do not neglect to do good and to share what you have, for such sacrifices are pleasing to God.”
Many of you are familiar with the play and movie, “A Man for All Seasons.” Based on the life of St. Thomas More, it highlights someone who heroically remains true to God and to himself in the midst of a changing world. He demonstrates the ability to adapt to all circumstances and times around him, while never surrendering to the external pressures to reject or bend his principles and values.
Like St. Thomas More, we are called to be men and women of all seasons. The world around us not only seems to be changing at a rapid pace, but also at times it seems that our society and culture are going crazy as they shift their values and principles. Throughout this rollercoaster ride of changes, we are invited to keep our eyes focused on Christ. He is our Lord, Redeemer and Savior. His love, mercy and compassion never change. In other words, he is our rock, our solace in the storm of incertitude.
Every morning I begin my day with a Holy Hour. As I pray, I sometimes glance outside the window in my chapel that overlooks a grouping of trees, and I am reminded of the changing seasons. Currently, the trees are full of bright green leaves. Yet, I know they will not remain that way. Soon they will change colors, then die, fall to the ground and eventually bud back to new life. As I reflect on the changing seasons, sometimes I catch myself saying, “I cannot believe how quickly time is passing.”
At the end of this month, I will celebrate the completion of my first year as the bishop of Joliet. During this time, the seasons have changed, and I too, with the grace of God, have tried to navigate these changing times and issues. Like everyone in the world, my first year has been filled with ups and downs, triumphs and challenges, joys and sorrows. Again, it has gone by like a “blink of the eye.” Yet, throughout all the moments of rain and sun, I try to keep my gaze steady on Jesus. He helps me to carry the cross in my times of trial and rejoices with me in the times of joy. Therefore, when people ask me, “How do you feel about being the bishop of the Diocese of Joliet.” I consistently and wholeheartedly respond, “I feel both happy and blessed!”
As I approach my second year here in the Diocese of Joliet, I know that things will continue to change and the craziness in our world will take on different shapes and forms. However, as I take these next steps, I do so with faith, hope and trust in God and with great gratitude for all of you. We are in this changing world together, and truly, “Jesus Christ is the same yesterday and today and forever!”
Septiembre 2021: ¡Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre!
¿Cuál es tu temporada favorita? Aunque soy un gran fanático del clima cálido, mi temporada favorita es el otoño. Me encantan los colores brillantes a medida que las hojas cambian y la brisa por la noche se vuelve más fresca. Durante mis cinco años viviendo en El Salvador, extrañaba vivir las cuatro estaciones. Ese país tiene sólo dos estaciones. Los residentes solían bromear y decir: “En El Salvador tenemos dos estaciones, “caliente” y “más caliente”. En realidad, sus dos estaciones son seca y lluviosa, y sin embargo, ambas son muy “caliente”.
En el medio oeste de los Estados Unidos, somos bendecidos con las cuatro estaciones. Nos proporcionan no sólo cambios en el clima y la temperatura, sino que también sirven como un recordatorio que a medida que el tiempo avanza, todo en la vida cambia. El Libro del Eclesiastés nos recuerda, “Para todo hay una temporada y un tiempo para cada cosa bajo el cielo: Un tiempo para nacer y un tiempo para morir”.
Como católicos, creemos que en todos los cambios de nuestras vidas, Dios es constante. Su amor es firme e inquebrantable. San Pablo en su carta a los Hebreos, proclama con valentía: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”. Y por lo tanto, nos exhorta: “Por medio de él ofreceremos continuamente un sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de los labios que reconocen su nombre. No descuides hacer el bien y compartir lo que tienes, porque tales sacrificios son agradables a Dios”.
Muchos de ustedes están familiarizados con la obra de teatro y la película, Un hombre para todas las estaciones (A Man for All Seasons). Basado en la vida de Santo Tomás More, destaca a alguien que heroicamente permanece fiel a Dios y a sí mismo en medio de un mundo cambiante. Él demuestra la capacidad de adaptarse a todas las circunstancias y tiempos a su alrededor, mientras tanto nunca se rinde ante las presiones externas para rechazar o doblegar sus principios y valores.
Al igual que Santo Tomás, estamos llamados a ser hombres y mujeres de todas las estaciones. El mundo que nos rodea no sólo parece estar cambiando a un ritmo rápido, sino que también a veces parece que nuestra sociedad y nuestra cultura se están volviendo locos a medida que cambian sus valores y principios. A lo largo de esta montaña rusa de cambios, estamos invitados a mantener nuestros ojos enfocados en Cristo. Él es nuestro Señor, Redentor y Salvador. Su amor, misericordia y compasión nunca cambian. En otras palabras, Él es nuestra roca, nuestro consuelo en la tormenta de incertidumbre.
Cada mañana comienzo mi día con la Hora Santa. Mientras rezo, a veces miro hacia la ventana de mi capilla con vista a un grupo de árboles, y recuerdo las estaciones cambiantes. Actualmente, los árboles están llenos de hojas verdes brillantes. Sin embargo, sé que no permanecerán así. Pronto cambiarán de color, luego morirán, caerán al suelo y eventualmente los árboles volverán a tener nueva vida. A medida que reflexiono sobre las estaciones cambiantes, a veces me encuentro diciendo: “No puedo creer lo rápido que pasa el tiempo”.
A finales de este mes, celebraré mi primer año como obispo de Joliet. Durante este tiempo, las estaciones han cambiado, y yo también; con la gracia de Dios, he tratado de navegar por estos tiempos y temas cambiantes. Como todos en el mundo, mi primer año ha estado lleno de altos y bajos, triunfos y desafíos, alegrías y tristezas. Una vez más, ha pasado como un “abrir y cerrar de ojos”. Sin embargo, a lo largo de todos los momentos de lluvia y sol, trato de mantener mi mirada firme en Jesús. Él me ayuda a llevar la cruz en mis tiempos de prueba y se regocija conmigo en los tiempos de alegría. Por lo tanto, cuando la gente me pregunta: “¿Cómo se siente ser el obispo de la Diócesis de Joliet?” Constantemente y de todo corazón respondo: “¡Me siento feliz y bendecido!”
Al acercarse mi segundo año aquí en la Diócesis de Joliet, sé que las cosas seguirán cambiando y la locura en nuestro mundo tomará formas y maneras distintas. Sin embargo, mientras doy estos próximos pasos, lo hago con fe, esperanza y confianza en Dios y con una gran gratitud por todos ustedes. Estamos juntos en este mundo cambiante y verdaderamente, “¡Jesucristo es el mismo ayer y hoy y para siempre!”